Dirigencia: “Metamorfosis dialéctica” por Agustín Rosenstein

Fotografía: Sara Facio


     Dirigente ocupa su silla a la cabeza de una multitud que mira el escenario, silla desde la cual medita atentamente los conceptos principales por los que orbitará su discurso. Una voz arenga a la gente desde un micrófono en acople, menciona su nombre y Dirigente se levanta con determinación, sonríe y saluda, agradece a lxs presentes. Se toma unos segundos fundamentales que ofrecen los dulces elogios que suben al escenario entre aplausos y bombos, respira profundo y comienza con su trabajo, el trabajo de la Metamorfosis dialéctica. 



     Deslizan las palabras por su boca con la soltura y la conceptualización tan propias de Dirigente, herramientas esenciales en el arte de dirigir. El procedimiento por el cual esto ocurre es mecánico y asombroso al mismo tiempo: Dirigente observa, sintetiza, conceptualiza y, por último, representa. Mientras esto ocurre, yo pienso, ¿cómo puede ser posible que semejante acto de habilidad extraordinaria merezca en mí una admiración tan profunda y para otrxs constituya un vulgar objeto de estudio? Sepan lxs intelectuales de ayer y de hoy, a lxs estudiosxs de los “fenómenos sociales”, el acto de Dirigente no podrá ser jamás objeto de estudio de la ciencia, ya que constituye un principio fundamental de la metafísica: La Metamorfosis. Es suyo el oficio de la transformación, la pertinente construcción de ideales que alimenta la esperanza de sus representadxs, quienes vemos en Dirigente el fin de nuestras frustraciones y la posibilidad de futuro.    



     Dirigente es capaz de modificar tanto su composición material como simbólica según el componente particular que considere a bien representar, y una vez que lo detecta, construye una red de lazos vinculares entre todxs lxs espectadorxs que genera un clima de empatía y solidaridad como ningún otro lazo social existente haya podido crear jamás. Parece simple decirlo, y a mi criterio un tanto reduccionista, pero cierta corriente científica insiste en llamar a esta obra arquitectónica con un concepto que me veo obligado a utilizar pese a su aroma ordinario: La Dialéctica. Una vez en el mundo de la dialéctica, Dirigente nada como pez en el agua, y yo contemplo adormecido el desarrollo del espectáculo bajo los efectos de su retórica deslumbrante. 



       El espectáculo continúa y yo sigo impresionado. En una suerte de secuencia cinematográfica, Dirigente pasa del llanto angustiado de una jubilada que debe administrar sus medicamentos porque su jubilación no le alcanza al enojo enfurecido del comerciante que demanda una rebaja impositiva. Uno a uno va construyendo los escenarios y elije el disfraz adecuado, puede conjugar la angustia y la alegría, la burocracia y la vocación de servicio común, cualquier figura que se le presente es tierra fértil en su trabajo de metamorfosis. Emociones, sentimientos, ideas, procesos históricos, ideas, son condimentos que engrandecen su desprestigiada y ancestral tarea. 



Fotografía: Sara Facio
     Dirigente concluye su espectáculo entre más aplausos y bombos. Observa los rostros y las expresiones que lx rodean, recoge nuevas herramientas de trabajo que le serán útiles en su próxima Metamorfosis dialéctica. La gente que se desconcentra de la órbita del escenario contempla a Dirigente maravillada, yo admiro tanto a Dirigente como a esas personas que lo rodean, personas capaces de creer y tener esperanzas frente a la persistente acusación de la descomposición social y el pesimismo recurrente. Lentamente concluye su espectáculo, termina de saludar a lxs últimxs presentes y el entorno parece subsumirse en un silencio absurdo, como si no hubiese ocurrido nada, como si no hubiésemos sido testigxs de un evento extraordinario. Una vez que el salón de actos queda completamente vacío, Dirigente concluye su epopeya de metamorfosis y vuelve a su corporeidad original. Y las personas que presenciamos su espectáculo volvemos mansamente al barro hediondo  de la descomposición, acorraladxs por un montaje capitalista que reduce al mínimo el margen de vinculación comunitaria, a la espera de otro encuentro metafísico que logre interrumpir el shock de aislamiento. Hasta que Dirigente vuelva a ocupar su lugar en el escenario, y haciéndose suya la postura y el micrófono, nos permita reconfortar una vez más nuestras esperanzas en las dulces aguas de su Metamorfosis dialéctica, en la maravillosa tarea del arte de representar. 

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