Ellas marchan
por las calles, traen a cuestas su dolor. Ellas piden igualdad, derechos,
reconocimiento. Ellas gritan lo que tanta violencia ha silenciado en las víctimas
que ya no volveremos a escuchar. Ellas luchan. Ellas crían. Ellas estudian.
Ellas trabajan. Ellas se arriesgan, soportan, dan vida, cuidan, preparan. Ellas
enseñan, sostienen, alimentan, sienten. Ellas necesitan, ellas aman, ellas
laten, ellas respiran…ellas hoy alzaron su voz. En un día que las rememora, que
las evoca, una fecha que reivindica una historia triste pero de lucha. Esa que
viene de la injusticia padecida, y un día como hoy, eligen marchar. A su paso
va la memoria de cada mujer muerta en manos de un hombre. Hoy marchamos por
ellas, porque la justicia les da la espalda. Por las medidas que llegan tarde.
Por la desigualdad que se respira en las calles, por el machismo que está
instalado en la sociedad, por el patriarcado que impone la iglesia y el sistema
capitalista, porque SON ASESINADAS CADA 18 HORAS.
En una semana
tres marchas. En cada una de ellas, la mujer estuvo presente activamente, como
protagonista, víctima del atropello de un sistema imperante que no la
contempla, sino que la explota, la denigra y la bastardea.
Los medios de
comunicación se hicieron eco de estas marchas, del modo en que ciertos medios
se hacen eco de algunas noticias cuando deben ser voceros de la "cuasi verdad". Cuando
representan ciertos intereses. Cuando conviene que muestren hasta ahí, que
digan sólo eso, que no perjudiquen al gobierno del cual son socios, claro está.
Puntualmente, un artículo del diario mendocino MDZ -y en relación al #8M- hace
hincapié en las manifestaciones de mujeres que expresaron su repudio al
patriarcado frente a la iglesia jesuita, ubicada en la esquina de Colón y
Vicente Zapata, con alguna pintada y carteles, en lugar de priorizar la lucha
que encarna las reivindicaciones por las que marchábamos, de analizar en
profundidad la situación de la mujer en la sociedad, reflexionar sobre las
causas que nos llevan a estar en las calles, la violencia que soportamos a diario.
Resulta entonces, que la expresión organizada es “violencia”. Y de este modo, también
resulta incomprensible los comentarios de lxs lectorxs, expresando su
descontento para con el paro y movilización del #8M, aludiendo a que la mujer
debe guardar compostura, debe conservar las formas, debe controlarse. La mujer
no debe violentarse, debe ocupar “su lugar” en la sociedad, dar el ejemplo.
Entonces, el análisis que surge es ¿cuál es “ese” lugar? ¿El lugar de ama de
casa, el lugar de la sumisión, el lugar de la represión, del silencio ante el
abuso constante?, ¿es que aún hay una gran parte de la sociedad que no concibe
a la mujer luchando por sus derechos?, ¿será que en muchos casos es la misma mujer
la que también educa a sus hijos avalando ese posicionamiento? ¿Cuántas mujeres
no salieron hoy a la calle porque consideran desproporcionada la protesta?, ¿cuántas
mujeres piensan hoy que si las golpearon es porque algo hicieron para
merecerlo? ¿Cuántas mujeres hoy se callan ante los abusos del poder del hombre
que tienen al lado, del jefe, de las instituciones? Hay una parte de la
sociedad que considera que la mujer tiene que mantenerse en silencio, en el sometimiento,
servil a su familia, y dormir así sus sueños. No dejarlos volar, no darle
entidad a eso de la libertad, de la palabra, de la voz encendida. Eso no se nos
está permitido, ¿cuántos sueños desechados quedaron por allí? ¡Cuántos deseos
dormidos que no podrán despertar!
Estar hoy en
las calles, con pancartas, expresando nuestra urgencia, haciendo oír nuestro
reclamo, es el único camino, nunca callar, ¡nunca! Este es el ejemplo que
queremos dar, el de sembrar precedentes de lucha, para que las niñas de hoy
sean las voces que griten mañana. Para que ya no quede duda de la igualdad de
género, para que no se cometan más femicidios, para que se respete la libertad
del otrx, para que nadie nunca más se crea dueño de nadie. Para que la mujer
sea valorada como un ser humano, pensante, libre y pleno. Nunca más cosificadas.
El #8M debe servir para erradicar, por fin, el sistema patriarcal, las
costumbres machistas y sexistas. Para sembrar la igualdad de género, de una vez
y para siempre.